MIRADA INDEPENDIENTE DE LA GESTIÓN Y PRODUCCIÓN CULTURAL EN EL DISTRITO METROPOLITANO DE QUITO
miércoles, 14 de noviembre de 2012
DESCENTRALIDADES DE LA CULTURA EN QUITO por Carla Simbaña
¿Cómo comprender a la ciudad de Quito? Varias miradas y concepciones podrían determinan su configuración. Por su parte el ordenamiento territorial busca injerir en la determinación de las nuevas formas que éstas adoptarán desde su planificación y gestión autónoma, con el fin de establecer las condiciones para asegurar un nivel adecuado de bienestar a la población y consecuente con las futuras generaciones (PMOT, 2012). En este marco y acorde a los nuevos ejes del Plan del Buen Vivir y el COOTAD se busca redefinir la estructura territorial de la ciudad proyectada en base al reconocimiento de los procesos de urbanización que prevén su futura expansión demográfica y espacial. De tal modo, surge la necesidad de re concebir el territorio desde su soporte espacial, pero también comprender que son los actores sociales los que dan significación y se apropian del espacio a través de sus percepciones, vivencias y deseos, lo cual hace de la ciudad un territorio de desigualdad, pugna y reconfiguración permanente.
Uno de los fenómenos que permiten comprender a las ciudades, son las centralidades, noción que está ligada a la acumulación de actividades y funciones urbanas, cuyo efecto se enmarca dentro de la inclusión y diferenciación espacial que se entiende desde la periferia y marginalidad. En este sentido, este artículo tiene como objetivo deconstrir el concepto de centralidad a partir de su comprensión como fenómeno necesario para el funcionamiento del territorio, pero analizado desde los efectos socio-culturales que escapan a la planificación. De tal modo, se reconoce que hay una pugna por “el objeto de deseo” como lo establece Carrión, que se visibiliza en la (des) centralidad como la construcción de un contradiscurso plasmado en la cultura en tanto prácticas y actitudes.
Para este fin, la estructura de este ensayo parte de la definición de centralidad, pero también a partir de críticas a las dinámicas que han generado. En este sentido, su deconstrucción conceptual se establece en base a que su legitimación ha sido parte de una imposición discursiva que determina cómo debe funcionar, dónde debe localizarse y cómo debe ser apropiada la misma. De tal modo, la legitimación y resistencia hacia sus lógicas se vislumbra desde comportamientos culturales desde los agentes sociales, quienes históricamente han buscado dotar de un nuevo sentido a la centralidad, acto que se encuentra condicionado por un poder coaccionador: la voz de la sociedad y la planificación que beneficia su distinción. Se retrata este dilema desde un personaje tradicional, quiteño mediante el cual se revela el conflicto social que ha caracterizado el rasgo cultural permanente de la quiteñidad. Por otra parte, en términos espaciales también se revela que
la centralidad ha sido un acto de imposición y toma violenta del espacio, lo que físicamente expulsa a quienes en un primer momento se asentaban en la zona en pugna.
En este sentido este ensayo ha buscado retratar los efectos que la implantación de un proyecto en la centralidad ha causado en términos de fragmentación de la sociedad quiteña, la cual sufre un conflicto permanente por legitimar y resistir, reflejado en un conflicto interno así como en una lucha colectiva. De tal modo, la (des)centralidad revela esta pugna del quiteño frente a espacios construidos a los que debe sobrevivir y adaptarse, lo que establece la pregunta, ¿hasta qué punto la quiteñidad aguantará estos procesos que involucran actos de violencia simbólica hacia el ciudadano que ve truncada su libertad a través del andar y construcción de su propio texto urbano?
1. ¿Qué es lo que persigue la construcción de centralidades?
Partiendo del hecho de que la configuración de las ciudades y centralidades han sido teóricamente estudiadas desde su morfología, es importante remitirse a la concepción de centro en tanto ha sido uno de los elementos que ha convocado su teorización; Camagni por su parte se remite a la comprensión del mismo en base a modelos y principios para explicar la razón por la que las ciudades cobran su forma urbana. De tal modo, retomando los principios de: accesibilidad, interacción y competitividad, establece que cada uno busca explicar el dónde, cómo, y por qué crecen las ciudades, respectivamente; es a partir de los mismos que se puede visualizar que la planificación parte de estos principios que ordenan la forma urbana que a su vez se desborda de esta estructuración aparentemente bien trazada y organizada.
En este sentido, el discurso gubernamental parte suponiendo que tanto individuos como empresas poseen necesidades y preferencias localizativas, lo que implica que la competencia organiza el territorio y está basada en la superación de barreras impuesta por el espacio de movimiento de personas, cosas y el intercambio de bienes, servicios e informaciones. A esto se suma la consideración de que las relaciones que se establecen en base a que “toda actividad localizada sobre el espacio físico, sea una unidad de producción, unidad demográfica o ciudad, desarrolla con su entorno una compleja red de relaciones bidireccionales que tienen lugar en múltiples niveles” (Camagni: 2005:79); alrededor de esta actividad se desarrolla un campo de fuerzas de atracción, irradiación, repulsión y cooperación que otorgan de energía al funcionamiento de lo territorial y permiten que las actividades localizadas en el entorno ejerzan influencia en el centro. En este marco, todos los puntos en el espacio reciben una influencia que depende de las masas de juego y de forma inversamente proporcional de la distancia que lo separa de los demás puntos del espacio. Se puede introducir una variedad de localizaciones y los factores de atracción y
accesibilidad se desmenuzan en varias fuerzas que interactúan y se aplican irregularmente en todos los puntos del espacio geográfico.
Finalmente, en términos de jerarquía1 aplicada a la elección de centros, se parte de que el espacio es isótropo, homogéneo en densidad demográfica, infraestructura y características físicas, y por tanto la concentración productiva es equidistante y posee una área de mercado hexagonal; partiendo de esta premisa se podrá examina cómo productos y funciones se articulan en el territorio y dan origen a una jerarquía urbana. Así, el principio ordenador de la localización de centros es: el principio de mercado y para la organización espacial se tienen el principio de transporte y de organización administrativa. Este modelo puede explicar el fenómeno de su dimensión, función y distribución espacial de los centros urbanos que se organizan de forma jerárquica, siendo este elemento uno de los pilares de la economía del espacio.
Bajo esta conceptualización sobre el centro, ¿es posible entender la constitución de las centralidades urbanas? Varios autores, como Galarza y del Castillo, determinan que “hasta hace poco, [se han definido]… a los centros urbanos por la agrupación de funciones y usos que extienden sus servicios a un amplio sector de la población y se constituyen en núcleos o nodos de oferta muy especializada y atractiva, por lo tanto, dan servicios a demandas de nivel metropolitano macrorregional y regional” (2009:47). Por otra parte, siguiendo a Carrión en cuanto a la relación entre ciudad y centros históricos, determina que ésta se da en base a la producción social del espacio y su relación dialéctica que varía en el tiempo, que las convierte en históricas, así las centralidades dan vida a la ciudad. Partiendo de este hecho, el autor se pregunta si ¿las ciudades son unicentrales o policentrales?, cuestión que tiene correlación a su crecimiento y a la distribución de funciones en distintos lugares, haciendo de ellas poseedoras de varios tipos de centralidades lo cual refleja que la ciudad es contenedora de heterogeneidad y por tanto de fragmentación dada en base a la relación dialéctica centralidad – periferia, y desequilibrios que se constituyen debido a la complejidad de relaciones sociales que se traducen en una pugna por reconocimiento en el espacio social. De tal modo, todas las centralidades son históricas por su acumulación de valor histórico, concentración de funciones, situación que deriva en la concepción de tres tipos ideales de centralidades: fundacional, funcional y temática, las cuales conviven y se articula entre sí en el territorio (2010).
1 Camagni aborda este principio en términos de jerarquía u orden de las ciudades, sin embrago este ensayo considera que este principio puede ser aplicado a la consideración de cuáles puntos pueden ser considerados centralidades versus otros en la ciudad. Siendo este un factor que incide en la planificación desde el gobierno local.
Por otra parte, Prado establece una crítica a las centralidades, la cual la concibe como un proceso traumático tras el proceso de industrialización, en el caso latinoamericano la constitución de las ciudades en base a la diferenciación campo – ciudad de basó en una pugna por la concentración del poder político, militar, administrativo, es decir poseedora de un poder mágico, donde la centralidad urbana se constituyó por su locación en un espacio codiciado y privilegiado ya que concentraba el poder simbólico de dominio sobre la ciudad (2001:290). Sin embrago, las lógicas de la industrialización alteraron su estructura y en algunos casos desaparecieron las centralidades, las cuales durante la segunda mitad del siglo XX buscaron recuperarse y recobrar su importancia histórica en términos de políticos, religioso y de comercio, pero no como lugar de residencia habitable. Acorde al autor, bajo una dinámica de tales características, las centralidades sufrieron un vaciamiento y deshumanización, ya el espacio solo se llenaba de una vida efímera en horario de trabajo, provocando alineación y corte en la comunicación y relación ciudad – sociedad que se entiende bajo una lógica de violencia.
En este punto se puede reflexionar sobre una dimensión de lo que persiguen las centralidades; como lo establece Camagni y Prado, es el poder simbólico frente a otros espacios lo que le dota de reconocimiento, pero cuyo costo es en ciertos casos su deshumanización, ya que su funcionalidad alberga transeúntes y no a residentes que resignifican al lugar y espacio. De tal modo la conformación de las centralidades se basa en una relación de poder espacial basada en una violencia simbólica y la determinación y legitimación de funciones y del deber ser y estar de quienes viven o usan como mercancía a la centralidad. En este punto coincide con Carrión, identificando que la inversión de los recursos financieros provocan el vaciamiento de las centralidades al provocar fenómenos de gentrificación y por tanto de segregación social y espacial.
Otra de las caras de la centralidad se basa en su concepción como actor protagónico, (Carrión, 2010), la cual se identifica a partir del caso del Centro Histórico como centralidad, el cual se ha constituido en relación a los procesos urbanos, desarrollo de políticas y resignificación urbana que incide en el sentido de pertenencia de sus habitantes y la relación que ellos establecen con el Estado al darse esta injerencia sobre los centros. El autor identifica que cuando se da una relación entre lo histórico y cultural, fortalecido por las instancias de gobierno, se fortalece tanto democracias como la socialización del patrimonio lo que repercute en nuevas miradas hacia la ciudad. Sin embargo, es menester abandonar la mirada monumentalista y contemplativa del centro, y comprenderla desde el patrimonio, que incluye lo tangible e intangible, es decir lo estructural y las dinámicas sociales que se establecen en base a la producción del espacio –
como lo establece Lefebrve –; lo cual remite a los que Carrión llama: asentamiento humano vivo.
No obstante, si se concibe la constitución de las centralidades en relación a una pugna de poder legitimado en base su aceptación, este proceso también implica una resistencia política a su conformación. ¿Por qué? Partiendo de la ciudad y centralidad donde se determinan funciones legitimadas bajo un orden del discurso como lo establece Foucault: “en toda sociedad la producción del discurso está controlada, seleccionada, redistribuida por procedimientos cuyo fin es conjugar sus poderes y peligros, dominar el acontecimiento aleatorio y esquivar la materialidad” (2002:14), y donde lo físico busca establecer normas de comportamiento en base al biopoder, se revela que hay estructurturas estruturantes – como lo establece Bourdieu – que fortalecen la estructura. Sin embargo, hay una probabilidad de que los agentes sociales incidan en la restructuración del centralidades en tanto se resistan a condicionarse a su discurso, esta agencia se convierte en una acción política que teóricamente ha sido visibilizada desde la concepción de periferia y marginalidad.
Ramírez determina que si bien hay un espacio, las miradas sobre el mismo son distintas, y por tanto una de las formas que permiten comprender la ciudad es a través de la centralidad como fenómeno que define la periferia, como lo determinan los modelos de Von Thunen, Losch, Christaller, abordados desde la economía urbana ortodoxa. Asimismo existen abordajes desde la concepción de la periferia con dos escalas: metropolitana (correspondiente a la llamada urbanización) y corona regional (que une lo local y global); la ecología urbana desde la Escuela de Chicago mediante la organización de los asentamientos humanos; así como el funcionalismo que establece una visión citadina que se extiende en forma centrifuga estableciendo la clasificación de poblaciones, ante lo cual Ramírez sostiene que la comprensión de este proceso debe concebirse a partir de “su interacción como parte de la realidad compleja que vivimos actualmente” (2005:81). La relación centro – periferia, se ha establecido como un modelo explicativo de la organización territorial que ha sido relacionado a la dualidad entre industria – agricultura, rural – urbano, y es a través de la misma que se comprende los procesos de desigualdad social, económica como espacial. A su vez la marginalidad, también se identifica como uno de los fenómenos que explican la dinámica de la periferia, así desde Germani se hace referencia a las poblaciones que no han sido incorporadas el sistema de servicios urbanos y por tanto han tenidos que optar por vivienda informal, lo cual revela fenómenos de segregación espacial y exclusión.
De tal modo, a partir de la relación centro – periferia, así como de la marginalidad se pueden vislumbrar la otra cara de la centralidad: la (des) centralidad. No obstante,
considerando que la ciudad es un territorio que se configurar en base a la pugna y resistencia, el rostro de la (des) centralidad debe ser observado desde los agentes sociales que establecen formas de apropiarse del espacio bajo un discurso andado que escapa al orden del discurso que establece el deber ser y estar en el espacio a través de la cultura como una respuesta política ante la estructura estructurante.
2. La cultura como reveladora de la (des) centralidad
Eagelton establece que la cultura es una palabra que encierra “controversias como la de la libertad y el determinismo, la acción y la reacción, el cambio y la identidad, lo dado y lo creado, cobran una misma importancia. Entendida como un control organizado del desarrollo natural, la cultura sugiere una dialéctica entre lo artificial y lo natural, entre lo que hacemos al mundo y lo que el mundo nos hace a nosotros” (2001:13). En este marco, se establece que hay una producción de la cultura en tanto control y desarrollo espontáneo, mediante la cual se extrae “nuestra común humanidad de nuestra individualidad…liberando al espíritu del mundo de los sentidos, arrebatando lo imperecedero a lo contingente y obteniendo unidad de la diversidad. Esto implica dos cosas: una especie de división interna, pero también una autocura, dos procesos a través de los cuales nuestros desapacibles y sublunares egos nos son anulados, sino refinados desde su interior por mediación de una naturaleza humana más ideal” (2001:20). A partir de este autor se puede comprender la cultura más allá de su concepto antropológico que se remite a estudiar una forma peculiar de vida que está ligado a valores, costumbres y normas que establecen una organización social y que está ligado a costumbres de tiempos lejanos (Austin, 2000:3); incluso de la perspectiva sociológica, que se refiere a la suma de conocimiento que comparte la sociedad; y del psicoanálisis donde Freud determina que la cultura está constituida por presiones interpsíquicas de origen social y colectivo que constriñen la liebre expresión del ego, repercutiendo en la personalidad y en sus traumas (2000:4).
En este marco, la cultura se establece como una cuestión política que se visibiliza en la (des)centralidad. En este sentido, se puede establecer que tanto el sujeto político como el colectivo se apropian del espacio no solo en base a las estructuras físicas, sino en tanto hay una invención de lo cotidiano, como lo plantea De Certeau; desde los caminantes cuyos cuerpos obedecen los trazos de la caligrafía que escribe un texto urbano e historias múltiples, siendo esta una forma de poesía inconsciente que escapa a la legibilidad del poder omnividente o como él lo llama el ojo solar. El autor distingue entre quienes son mirones y observan desde un lente totalizador e incompleto a los andantes que alteran y crean historias nuevas en la ciudad. El autor critica a la ciudad como concepto ya que
históricamente fue concebida en términos de racionalización y organización funcionalista que buscaba el progreso, y donde el espacio era algo ya determinado como organización racional e intervenido, eliminando la posibilidad de crear estrategias de apropiación del espacio desde los andantes, convirtiéndolos en usuarios. De tal modo, la planificación y establecimiento de funciones se constituían en dispositivos de vigilancia, disciplina y regulación cotidiana de la vida social, comparado con un panóptico. Las formas de apropiación del espacio se establecen en base a un discurso del andar, siendo este un acto de enunciación o lingüística peatonal que establece un sistema espacial que contiene un valor de verdad y que organiza el espacio mediante dispositivos simbólicos que organizan el discurso de y sobre la ciudad, el cual se plasma como leyenda, sueño y/o recuerdo.
Por tanto, desde De Certeau se busca entender las formas de apropiación y la significación dada a la ciudad desde su libertad, pero cabe acotar que hay determinantes estructurales que también entren en el juego de influyen en la construcción de la cultura.
3. Efectos de la centralidad y (des) centralidad en la quiteñidad
Para comprender la quiteñidad se ha tomado al Chulla Romero y Flores como personaje que retrata la condición del ciudadano a partir la primera mitad del siglo pasado, y que se mantente vigente hasta la actualidad.
Jorge Icaza reconstruyó la imagen del quiteño de los años treinta y cuarenta del siglo pasado es su novela El chulla Romero y Flores, personaje que experimenta el dilema de la construcción de un personaje que debe hacer frente a los cambios que está trayendo consigo la incipiente modernidad y las transformaciones urbanas debido a la migración campo – ciudad. Esta época está marcada por un proceso de reorganización del Estado que produce el ascenso de las capas medias debido la necesidad de burocracia estatal. Este hecho que impacta a una gran porción de la población quiteña establece un deseo colectivo de diferenciarse y distinguirse mediante el ascenso en la escala social, que se plasma en la ubicación de los sujetos en distintos espacios de la ciudad, lo cual guarda relación con su cercanía y/o lejanía al centro, donde se ubica el poder religioso, económico y político. El chulla evita quedarse en la marginalidad, en la periferia, por lo que establece estrategias que le permitirán ser reconocido como alguien perteneciente a la esfera más alta: a la oligarquía. Este es el retrato de muchos, la lucha permanente por querer pertenecer a la clase con más poder simbólico en la ciudad y el país.
El chulla no solo busca reubicarse en el espacio social sino en el espacio físico, el cual se refleja en el conflicto interno del querer ser parte del universo paterno – español y desconocer su matriz materna – indígena. Esto define no solo la identidad del personaje que se construye en base a una pugna interna, el anhelo de la sociedad quiteña de la época
y por lo tanto el rostro de la cultura de la quiteñidad. Icaza muestra este dilema social en “…la lucha permanente entre el querer y el no poder y el poder y no querer (…) pero su pobreza lo delata y no se le concede acceso a los centros de la llamada alta sociedad… lo conducen a la denuncia y el deshonor de tanto falso personaje. Pero lo que únicamente logra es ser acosado, perseguido, ofendido, humillado, hasta convertirse en basura humana de su calle” (Camacho, 2009).
La libertad del andante como lo establece De Certeau se ve condicionado a lo que el ojo solar determina, en términos durkheimianos, al efecto de la exterioridad en la coacción del individuo en tanto la conciencia colectiva se materializa en la institucionalidad que ejerce un poder coaccionador y establecedor de orden. Sin embargo, tal como el chulla Romero y Flores experimenta, la sociedad quiteña sufre un permanente malestar y en otros casos apatía ante la consolidación de una periferia que él mismo ha permitido legitimar, siendo esta estigmatizada. Así, lo indígena es el primer grupo excluido y marginado, el que vive bajo lo que impone el discurso de la centralidad.
4. Efectos de la centralidad en lo espacial: expulsión a las periferia
Uno de los retratos espaciales en torno a la pugna por la centralidad es el desplazamiento de la población hacia zonas de informalidad. Uno de los casos que visibiliza la (des)centralidad se da en la comuna de Santa Clara de San Millán, la cual posee una larga historia e identidad; ha estado compuesta de familias indígenas que históricamente se los conocía como los yanaconas o sirvientes del Inca, y cuyos territorios iban desde la Alameda hasta el Seminario Mayor, pero tras la invasión de los españoles se replegaron a la quebrada Rumipamba donde permanecieron “sueltos” por varios años. Se constituyeron como la Comuna de Santa Clara en honor a la Virgen. A medida que la ciudad creció la población tuvo que trasladarse a las faldas del Pichincha, así hace más de 100 años bajo Decreto 752 (26-jul-1911) Eloy Alfaro reconoció su vida jurídica y en 1937 la Comuna se amparó por la Ley de Comunas. En este sentido, su organización se basa en la minga y se reconoce la propiedad colectiva. Es bajo esta modalidad organizativa que se han establecido la distribución de terrenos y lotes en manos a quienes forman parte de la comunidad, y hasta la actualidad tienen la potestad de tomarse lotes que no se encuentran cercados para luego venderlos.
Acorde a datos de prensa escrita2, se establece que Santa Clara de San Millán es uno de los 50 asentamientos ilegales que el Municipio mediante la unidad de Asentamientos de Hecho busca legalizar, así mediante escrituras individuales se prevé integrar a los comuneros a la legalidad urbana y también a constituirse en un Barrio que
2 http://www.explored.com.ec/noticias-ecuador/escrituras-para-una-leyenda-69643.html
Quito, obligándolos a formar parte de la ciudad en tanto contribuyentes. En este caso, y acorde al COOTAD las comunas permanecerán bajo los dictámenes de su propia ley, sin embrago también están obligadas a través de deberes a consolidarse a la ciudad3. En este sentido la Comuna es un caso interesante de supervivencia comunal en propiedades del colectivo, quienes se enfrentan a la tenencia individual de lotes. Aquí surge la pregunta basada en la tesis de Sabatini, si la comuna en medio de la heterogeneidad debido a la segregación ha logrado construir su identidad y cohesión, en medio de una homogeneidad jurídica, ¿mantendrá su unidad e identidad? ¿qué pasará con su capital social?
En la actualidad, la Comuna se encuentra ubicada en las faldas del Pichincha al noroccidente de Quito, la cual fue dividida con la construcción de la avenida Mariscal Sucre en la Comuna Alta y Comuna Baja. Este sector forma parte de la Parroquia Belisario Quevedo y se encuentra bajo la administración municipal norte Eugenio Espejo. Retomando la información municipal entre el período 2001 y 2008 la parroquia cuenta con 4 barrios legalizados y 2 asentamientos informales. Parte de La Comuna Alta, según los datos obtenidos en conversación con un infórmate calificado morador de la zona y revisión de información estadística y de prensa, vive en la informalidad, pero hace poco busca establecerse como barrio mediante la regularización de sus predios y títulos de propiedad.
Partiendo de la definición de Fernandes en torno a los asentamientos informales – no tienen títulos legales formales, su patrón de desarrollo es irregular, carece de servicios básicos, se han construido en suelos públicos o ecológicamente en riesgo y se forman progresivamente a lo largo de varios años –, se determina que el lugar de observación es un asentamiento informal mayormente en la zona más alta y laderosa del Pichincha. Sin embargo la constitución de este sector de la zona urbana de Quito ha ido desarrollándose autónomamente en tanto las casas que se observan son autoconstruidas en pequeños lotes que se ubican en calles transversales angostas que no fueron planificadas, sino abiertas en función de la necesidad de construir de los nuevos residentes, es decir que se han desarrollado a lo largo de varios años, durante los cuales le fueron dotando de ciertos servicios básicos.
Por otra parte, en primer lugar se observan los datos estadísticos que revela una inequidad fuerte entre ambas Comunas; la Alta tiene una superficie de 36.5 Ha, una
3 Asambleista Virgilio Hernandez, sobre las comuans urbanas en el Primer Debate del Proyecto de Ley Reformatoria a la Ley de Organización y Régimen de las Comunas: “El tema de las comunas urbanas requiere de una reflexión mayor. La tierra comunitaria y lo que ya se ha convertido en propiedad particular como Santa Clara de San Millán, La Raya, La Magdalena Alta, Chilibulo y Cocotog, varias de ellas tienen conflictos, aunque ya los territorios fueron divididos para los comuneros y ya han heredado a sus hijos, sin embargo no tienen como legalizar. Allí hay que ver como compaginamos al Art. 57, numeral 4, con la necesidad de tenencia y posesión.” http://virgiliohernandez.ec/asamblea-wp/?p=5199
población de 3563 habitantes, 940 viviendas y una densidad de 97.6 – en comparación con la Baja cuya densidad es de 63.4 –. Otro dato interesante es la pobreza por NBI que es de 39% (versus 11%). Finalmente, la cobertura de servicios de agua en red de 63.6%, de tubería es de 45.7%, de servicio higiénico exclusivo es de 57.8% y de telefonía solo alcanza un 10.3%. En este sentido, los datos estadísticos muestran que existe carencia en el abastecimiento de servicios básicos.
En el caso de esta zona, se establece no solo una pugna por el centro como espacio simbólico, sino el efecto de la (des)centralidad en tanto su modelo no solo genera expulsión a la periferia, sino inequidad de servicios.
5. Centralidad y (Des)centralidad: ampliando la dimensión del derecho a la ciudad
A partir del Plan Metropolitano de Ordenamiento Territorial se establece una gestión local que esté acorde y posibilite la construcción del proyecto nacional del Buen Vivir en base a políticas que aseguren el bienestar de su población. Para esto, se ha establecido ejes que permiten definir a la capital como: Ciudad – Capital; Distrito – Región; Quito para los ciudadanos; Quito Lugar de Vida y Convivencia; Quito productivo y solidario; Quito Verde; Quito Histórico, Cultural y Diverso; Quito participativo, eficiente, autónomo y democrático.
En cuanto a la primera orientación, que considera a Quito como Ciudad – Capital, Distrito – Región, se busca la planificación y articulación del territorio en base al reconocimiento de la necesidad de potenciar los roles entre el DMQ y los cantones vecinos; esto para lograr un desarrollo urbano eficiente y sustentable que reduzca la inequidad. Por otra parte, en cuanto a Quito para los ciudadanos – Ciudad de Derecho, se plantea garantizar el acceso a servicios e incentivo de la organización comunitaria para que mediante la construcción de capital social y confianza se construya una mejor calidad de vida; a lo que se suma varios elementos como la contemplación de cambio en patrones socioculturales que permitan la cohesión social. En relación al eje Quito Lugar de Vida y Convivencia – El Derecho a la Ciudad, se reconoce que la ciudad está expuesta a amenazas naturales que deben ser prevenidas, en espacial a grupos vulnerables cuyas viviendas se encuentran en zonas de riesgo. A esto se suma la consideración de la conectividad y movilidad como formas de integrar la ciudad, además de la implementación y fortalecimiento de una Red de Espacios Públicos, los cuales – como lo establece Jordi Borja y Carrión – son integradores de la ciudad y generadores de respeto, y por tanto el municipio busca garantizar su uso socio cultural. Finalmente, concebir Quito Histórico, Cultural y Diverso – Identidades y Patrimonio se enfoca en el fortalecimiento de la identidad quiteña y reconocer la confluencia de diversas culturas y manifestaciones
culturales relativas al acervo ancestral indígena y mestizo. Para lo cual se busca emprender iniciativas para recuperar nuestra historia, leyendas, tradiciones.
Otro de los elementos al que pretende hacer frente el Municipio es la concentración disfuncional del equipamiento y servicio, que ha impactado en la morfología urbana y problemas en el desbalance de establecimientos al servicio de la ciudadanía. Para esto, se quiere fortalecer una Red Distrital de Centralidades Urbanas y Ruarles mediante una dotación equilibrada de las mismas, acción que reconoce que detrás de la interdependencia territorial e integralidad puede potencial la integración del Distrito de una forma más equitativa. En este sentido, se reconfigura la concepción las centralidades en la capital, mediante las que se busca potencia el desarrollo social y económico del país a través del reconocimiento de sus funciones de: decisión y control; innovación y competitividad; interface o bisagra; y simbólica.
De tal modo, el PMOT reconoce que el proceso de constitución de centralidades ha sido un proceso que ha sufrido de altibajos ya que ha generado dinámicas de inequidad en la ciudad. No obstante, no se puede negar que la ciudad vive una época de complejización territorial y de cambios morfológicos que precisan de una correcta implantación de centralidades que integren al territorio mediante el reconocimiento de sus distintas potencialidades. Para lo cual es necesario recurrir a la conceptualización que hace Harvey: “El derecho a la ciudad es mucho más que la libertad individual de acceder a los recursos urbanos: se trata del derecho a cambiarnos a nosotros mismos cambiando la ciudad. Es, además, un derecho común antes que individual, ya que esta transformación depende inevitablemente del ejercicio de un poder colectivo para remodelar los procesos de urbanización. La libertad de hacer y rehacer nuestras ciudades y a nosotros mismos es, como quiero demostrar, uno de nuestros derechos humanos más preciosos, pero también uno de los más descuidados.4”
En este sentido la (des) centralidad es reconocida como un efecto de la inequidad, la cual busca ser superada al reconocer a los ciudadanos como agentes activos que ejerzan su derecho de apropiación del espacio, territorio y de la ciudad. De tal forma se plantea incluso el cambio de patrones culturales que no favorezcan a la cohesión y creación de una comunidad.
A partir de lo revisado en este ensayo se puede establecer que:
- La quiteñidad se refleja en el dilema del Chulla Romero y Flores, como personaje que retrata el dilema de los ciudadanos, y el patrón cultural que se ha establecido desde cada individuo hacia la ciudad. De tal forma, los sujetos sociales buscan ubicarse en las mejores zonas de la ciudad, las cuales les brindarán el
4 http://www.fadu.uba.ar/mail/difusion_extension/090522_bol.pdf
reconocimiento necesario y capital simbólico. Esta acción no solo legitima y dinamiza la centralidad, también reconoce en este acto que la ciudad se desarrolla en base a la creación de periferias, marginalidad y segregación. Jorge Icaza identifica este conflicto interno, entre la búsqueda por lograr un beneficio personal o colectivo, el cual se traduce en una conflictividad espacial que consolida la (des)centralidad como espacio que en cierta forma escapa al orden del discurso, donde surgen estrategias creativas para apropiarse de la ciudad.
- Otra faz de la quiteñidad está en el colectivo, donde La Comuna experimentó la expulsión a la periferia, pero se mantuvo unida y reconocida legalmente como tal. Sin embargo, el no acceso a servicios y negación de esta parte de su derecho a la ciudad, estableció estrategias de ilegalidad e informalidad que en sí poseen otras lógicas que escapan una vez más a lo estipulado por el deber ser y estar en la ciudad.
- Por su parte, el rostro de la (des)centralidad ha desbordado de tal modo que se ha establecido un procesos de compensación ante su olvido, pero este proceso solo puede darse en base lo que Borja ubica como un desafío presente que versa en los valores culturales para subsanar problemas de insolidaridad, desigualdad, anomia; por tanto se persigue que se garantice la igualdad de apropiación y ejercicio del derecho ciudadano a vivir en la ciudad.
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http://virgiliohernandez.ec/asamblea-wp/?p=5199
Instituciones
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Interesante visión de las periferias de la ciudad y su constante y no palpable inclusión, o mejor dicho carente, participación en el desarrollo cultural de la "quiteñidad"
ResponderEliminarSaludos compas;
ResponderEliminarGracias por la info.
Cordialmente
Francisco Criollo