jueves, 15 de noviembre de 2012

LA MEMORIA SOCIAL Y EL PATRIMONIO CULTURAL INMATERIAL EN QUITO por Manuel Espinosa.


El Patrimonio Cultural Inmaterial y la Memoria Social

¿A qué nos referimos cuando hablamos de Patrimonio Cultural Inmaterial? Según la Convención para la salvaguarda del mismo realizada en el 2003 por la UNESCO, es el conjunto de todas las prácticas, representaciones, expresiones, conocimientos y habilidades “así como los instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales asociados con ellos, que las comunidades, los grupos y, en algunos casos, los individuos reconocen como parte de su patrimonio cultural”, mismo que es transmitido de generación en generación, a la vez que es recreado por la comunidad y grupos en respuesta a un entorno, en interacción con la naturaleza y su historia, de ahí que les proporciona su sentido de identidad1. Dado su carácter intelectual y sensitivo, el patrimonio cultural inmaterial se manifiesta a través de expresiones orales y gestuales específicas. Por esa razón, el idioma es, en primer lugar, el vehículo de dicho patrimonio, gracias al cual el hombre ha podido conservar y transmitir sus conocimientos culturales. En segundo lugar, dicha gestualidad específica se traduce en expresiones artísticas, bailes, comparsas, escenificaciones de mitos y demás actividades de carácter ceremonial. En estos rituales la oralidad juega un papel preponderante, pues interconecta y transmite esas tradiciones a través de cantos, poemas, cuentos y leyendas, incluyendo las directrices para desarrollar un adecuado ritual o ceremonia2. En este sentido, el patrimonio cultural inmaterial juega un papel fundamental en la construcción de la memoria y en la percepción de la identidad. Pero, ¿qué es la memoria? Ante todo, es necesario destacar que la memoria tiene que ver con la capacidad de recordar; por tanto, la memoria social o de un colectivo en particular es el conjunto de los recuerdos y los lugares donde éstos quedan asentados; recuerdos que se expresan fundamentalmente a
1 Ramón Pajuelo (coordinador), Experiencias y políticas de salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial en América Latina, UNESCO, CRESPIAL, Cuzco, 2010.
2 Luis Repetto, “Memoria y patrimonio: algunos alcances”, en: Revista de Cultura, Pensar Iberoamérica, No. 8, abril-junio, 2006.
través de expresiones orales y gestuales. En segundo lugar, la memoria social tiene que ver con el registro y la conservación, que nos permiten guardar imágenes, documentos, audios y conocimientos. Por esa razón, podemos decir que la memoria, contribuye notablemente a la construcción de la identidad cultural, siendo por tanto, un componente fundamental del patrimonio cultural inmaterial.
La importancia social y cultural de la Memoria
Tan solo después de experimentar el olvido, los individuos son capaces de apreciar el recuerdo. Sin memoria el hombre vive apenas el momento. El recuerdo es la condición imprescindible para la conciencia de uno mismo, sacándonos, al mismo tiempo, de la nada. Sin memoria, la identidad se desvanece.
Pero no solo a nivel individual sino en la vida social misma, la memoria ocupa un lugar central, en la medida que garantiza el saber, la permanencia de las convenciones que regulan la convivencia, las alianzas entre los hombres. Sin memoria no hay vínculo social. Las sociedades construyen su identidad a partir del deber o necesidad de la memoria.
Si bien la función principal de ésta es la actualización del pasado, no hay duda que el recuerdo de los tiempos idos es un desafío lanzado al futuro que consiste en hacer un balance hoy de lo que uno hizo y de lo que podría haber hecho. El entusiasmo contemporáneo por la memoria no es por tanto un gusto exclusivo por el pasado, sino que responde a una preocupación por el futuro3.
La estrecha relación entre memoria e historia
Al contrario de lo que creían los positivistas el vínculo entre memoria e historia es estrecho, a pesar que la primera solo aspire a ser verosímil mientras que la segunda tenga como objetivo la exactitud de la representación o la búsqueda de la verdad. Se trata simplemente de dos formas distintas pero reconciliables de representación del pasado.
Sus diferencias solo son de forma. Mientras la memoria es oral, vivida y corta, la historia es escrita, larga y unificada, pero ambas buscan ordenar el tiempo y transmitir conocimientos. Es más, la historia igual que la memoria es interpretativa; recompone el pasado a partir de “pedazos elegidos”, lo que significa que es selectiva, plural y arbitraria. Y lo
3 Joel Candau, Antropología de la Memoria, Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 1996.
es porque solo a partir de estas operaciones, el pasado se vuelve inteligible, aunque tales acciones conviertan a dicha labor en una praxis falible.
Sin duda, historia y memoria están estrechamente relacionadas. En ciertos casos, la memoria es portadora de una verdad reveladora que no aparece en documento alguno. Incluso un testimonio erróneo o alterado por el olvido permite alcanzar el sentido de un acontecimiento. Por tanto, la verdadera historia jamás puede ignorar a la memoria, más aún cuando la labor misma de los historiadores se inserta en un trabajo de construcción social de la memoria. Hay que concluir por tanto que historia y memoria son complementarias.
La memoria, la historización de lo local y la recuperación del patrimonio inmaterial.
En la historización de lo local y de la vida cotidiana, la memoria juega un papel irremplazable. Paradójicamente, en la época de la globalización, el interés por lo local está cobrando cada vez más presencia en los países de América Latina, ya sea porque se trata de una forma de resistencia a una homogenización empobrecedora o porque constituye precisamente el lógico correlato a la actitud globalizante. Sea como fuere, lo cierto es que lo local, hoy en día, ofrece una nueva posibilidad de pensar la historia, la cultura y el problema de la identidad desde una perspectiva más dinámica y menos esencialista.
En el caso de la historización de las diversas sociedades coloniales y postcoloniales, así como la comprensión de sus diversas culturas, la recuperación de la memoria colectiva, oral o no escrita, a través de los testimonios de los memoriosos han jugado un papel central. Baste tener en cuenta el papel que jugó la memoria clandestina de los antiguos sabios de la América Indígena para reconstruir la historia de las altas civilizaciones de América: mayas, aztecas e incas, labor que llevaron a cabo ciertos funcionarios de la corona española y en general los llamados Cronistas de Indias.
Posteriormente, la labor de los folkloristas, etnólogos y antropólogos, se dedicó por entero a explorar las memorias colectivas de los descendientes de los pueblos ancestrales en búsqueda de esa información necesaria para poder reconstruir aquellas prácticas culturales y cosmovisiones ignoradas por occidente. Para el caso de nuestra sociedad, es demás conocida la labor desplegada por el Padre Juan de Velasco, quien pudo escribir su Historia sobre el Reino de Quito, en gran parte, gracias a la información proporcionada por los memoriosos indígenas.
La Importancia de la recuperación de la memoria social y el patrimonio cultural inmaterial para las sociedades de América Latina
Hasta fines del s. XX era patente en las sociedades latinoamericanas una situación de des-pasadoización y desapropiación de la memoria, las tradiciones y del patrimonio cultural inmaterial en general; situación que afectaba principalmente a las nuevas generaciones. Esta situación si bien está empezando a revertirse en los últimos años, aún permanece en las grandes ciudades del continente como Quito. Tanto en los barrios tradicionales como en los recientemente formados; o ya sea en las parroquias rurales devoradas por la ciudad y en aquellas otras que aún quedan distantes de la urbe, los nuevos vecinos de origen migrante que constituyen la mayoría de pobladores de los barrios o los actuales descendientes de los antiguos vecinos, viven un déficit de identificación con los lugares de residencia, lo que obstaculiza seriamente los procesos de adaptación y arraigo.
En estas localidades urbanas y rurales, el fenómeno de desapropiación de las tradiciones y del patrimonio cultural inmaterial supone en definitiva la ruptura del círculo virtuoso de transmisión transgeneracional, de información cultural e histórica que, hasta unas décadas atrás, fluía normalmente de viejos a jóvenes. A ello ha contribuido de manera directa, fenómenos como la descomposición familiar, provocada especialmente por las migraciones al exterior en un contexto de permanente crisis económica. En segundo lugar, la desarticulación de las relaciones vecinales y comunales ocasionado por un proceso de modernización urbano, precipitado y violento. De esta manera, el contacto permanente y la comunicación fluida entre viejos y jóvenes, padres e hijos, abuelos y nietos, es cada vez más difícil.
Lineamientos y estrategias para una adecuada gestión de la memoria y el patrimonio cultural inmaterial del D.M.Q.
Un nuevo discurso sobre la realidad histórico-cultural de Quito.
En los discursos acerca del significado histórico y cultural de Quito y, también, sobre la quiteñidad, generados desde la institucionalidad municipal y la intelectualidad vinculada a la élite social, desde la década de 1930, es por demás notorio un acentuado hispanismo, en
virtud del cual, la ciudad de Quito se presenta como un producto logrado de la empresa civilizatoria ibérica.
Desde esta óptica, la ciudad y los rasgos que la definen, son parte de la cultura hispánica implantada en el Nuevo Mundo. La impronta ibérica resulta incuestionable y para ello se citan ejemplos concluyentes: la presencia innegable de la religión y cultura católica, el uso de la lengua castellana o las costumbres de la alta sociedad.
Al mismo tiempo, la historia de la ciudad resulta la suma y narración de los hechos más notables protagonizados por los conquistadores y las personalidades descollantes de la colonia, al punto que casi eclipsan los sucesos vinculados a la Independencia, recientemente puestos en justo realce gracias a la celebración de los doscientos años de la proclamación de independencia del 10 de agosto de 1809.
Tal es la sobrevaloración de los períodos vinculados con la llegada de los españoles y su afincamiento, que cuando se piensa en el pasado remoto de la ciudad, automáticamente se rememora la época colonial. No podía esperarse menos, cuando se enseña y proclama que la ciudad fue fundada por los españoles, en una fecha que ni siquiera corresponde con la del acto celebrado por los mismos conquistadores.
El hispanismo en el que se sustenta el discurso dominante de la ciudad, permite explicar la abundancia de monumentos dedicados los conquistadores, así como la titulación excesiva de calles y plazas con los nombres de una infinidad de funcionarios coloniales, en contraste con los contados monumentos dedicados a los patriotas o la denominación de callejones y pasajes insignificantes bautizados con los nombres de importantes protagonistas indígenas del pasado prehispánico, colonial y republicano. Y como si esto fuese poco, las más altas autoridades de la ciudad, han tenido el desacierto en un sinnúmero de ocasiones de repetir mecánicamente en sus discursos, la que se supone es una frase históricamente superada: “la muy noble y leal ciudad de Quito”, sin percatarse de que dichas palabras constituyen una declaración de fidelidad a la corona española; fidelidad definitivamente rota en el proceso independentista.
Se trata a no dudar de claros indicios de un vergonzoso culto al invasor, a la vez que son pruebas por demás claras de una visión evidentemente sesgada y parcializada, en pro de unos actores históricos y en contra de otros protagonistas de la historia de Quito; a favor de un legado que ha sido realzado en demasía al precio de olvidar y minimizar el resto de las herencias histórico-culturales. Se trata de una visión y actitud cargada de complejos; de una
posición insana, injusta e incongruente con una ciudad que siempre fue plural, diversa, compleja, y por lo mismo, de una gran riqueza social, étnica, cultural e histórica.
Hoy sabemos que tal visión fue parte de un proyecto de la elite social conservadora de inicios del siglos XX, en respuesta al proyecto liberal alfarista nacionalista, a cuyo líder se apodó el “indio Alfaro” y se sospechó de su catolicismo por su adscripción a la masonería. Fue un proyecto que reinventó a la ciudad e imaginó un Quito al gusto y la medida de aquella élite social; proyecto que con todo acierto ha sido llamado “la invención hispánica de Quito”.
A estas alturas de la historia, es por demás necesario proceder a archivar el discurso hispanista sobre la ciudad de Quito y reemplazarlo con otro discurso elaborado desde una actitud inclusiva, intercultural, democrática y respetuosa con los diversos legados histórico-culturales de la ciudad.
No se trata, por tanto, de forjar un discurso anti-hispanista que desprecie el aporte español ni lo minimice, sino de construir una apreciación que basada en el aporte de las ciencias humanas y sociales, justiprecie las herencias mediterránea, indígena y africana, al mismo tiempo que ponga en realce y torne comprensible el factor cultural mestizo.
Es hora de valorar la presencia inca en la ciudad, la misma que ha sido permanentemente escamoteada o minimizada en razón de prejuicios nacionalistas. Es tiempo de superar aquella memoria anti-inca que fuese creada por los conquistadores españoles para justificar la empresa del avasallamiento a las sociedades locales a nombre de su supuesta liberación de los “advenedizos incas”. Memoria que fue acogida e institucionalizada por el nacionalismo a raíz de los conflictos fronterizos con el vecino país del Perú. La superación de dicha ideología debe realizarse en nombre de la verdad histórica y, en segundo lugar, como un elemental homenaje a personajes tan descollantes como Atau Wallpa y Rumi Ñawi. Es hora de tener en cuenta las investigaciones arqueológicas y etnohistóricas propiamente científicas que permiten concluir que la ciudad fue fundada por Tupaj Yupanki en el último tercio del s. XV. La valoración de la huella inca resulta además, una necesaria terapia psicosocial y un paso en firme en aras de fortalecer la paz e integración de los pueblos en el área andina.
Sin embargo y al mismo tiempo, se debe tener en cuenta que el nuevo discurso referencial que exige la ciudad, no puede quedarse atrapado en el pasado remoto sin tener en cuenta el pasado reciente y el presente. Así como es necesario poner en valor el legado indígena prehispánico, subestimado por la visión hispanista, es necesario visibilizar a las castas coloniales, a los indios actuales, olvidados y despreciados; al mismo tiempo que es
fundamental destacar el papel que han cumplido los forasteros en la construcción de la ciudad y la sociedad urbana: los inmigrantes provincianos.
Se trata, por tanto, de avanzar a una visión holística, total y abarcadora acerca de la ciudad, su historia y su realidad cultural, para de esta forma, superar las actitudes segregacionistas y discriminatorias. En este sentido, es de fundamental importancia redefinir los criterios de pertenencia a la ciudad. No pueden seguir siendo considerados como “quiteños” únicamente los nacidos en la ciudad, sino quienes han decidido convertir a Quito en su residencia permanente o temporal. Teniéndose en cuenta que el acto de nacer, que si bien es un accidente, resulta tan importante como el hecho de escoger un lugar de residencia, un escenario para ejercer la vida y realizarse como sujeto y ciudadano.
Esta nueva perspectiva acerca de la ciudad, garantizaría la salvaguarda no solo del patrimonio colonial sino también prehispánico, del patrimonio tangible, como del intangible y, en especial, del patrimonio vivo; así como la promoción no solo de la alta cultura sino de las culturas populares tradicionales y no tradicionales en todo el Distrito Metropolitano de Quito.
Redefinición del papel de las instituciones culturales del M.DM.Q.
La construcción de esta nueva perspectiva y de un correspondiente discurso incluyente, intercultural y democrático sobre Quito y la quiteñidad, supone y exige la resignificación histórica y cultural de la ciudad. Puesto que la visión hispanista ha logrado arraigarse en las instituciones y las mentalidades de los sujetos, es necesario que el proceso de substitución se realice de manera paulatina, gradual y sostenida en el tiempo, sin quebrantos ni pausas.
Para lograr este cometido de forma adecuada y sin convulsiones es necesario cimentar una nueva mentalidad a través de la puesta en marcha de una serie de programas y proyectos puntuales que deberán implementarse desde las instituciones municipales encargadas de la gestión cultural e histórica; algunas de las cuales están avocadas a redefinir sus propósitos y acciones.
Entidades como: El Museo de la Ciudad, El Archivo Histórico, el Instituto Metropolitano de Patrimonio Cultural, La Secretaria de Cultura y los diferentes centros culturales municipales, deben tener entre sus líneas de acción prioritarias, el impulso a las investigaciones arqueológicas, históricas, antropológicas, culturológicas y sociológicas, junto con la puesta en valor, salvaguarda y promoción del patrimonio cultural material, inmaterial y vivo, así como de las diversas identidades y expresiones culturales de la ciudad y sus
parroquias rurales. Los museos, archivos y bibliotecas, deben dejar de asumirse como contenedores de la memoria para pasar a ser dispositivos de difusión de la misma.
El Museo de la Ciudad tiene que adoptar como su misión fundamental la reformulación de la exposición del pasado prehispánico de Quito. Resulta muy lamentable que dicha entidad haya dado acogida y continuidad a la memoria anti-inca. Pues, tal posición queda evidenciada cuando en la exhibición de la historia de la ciudad se omite sin escrúpulo alguno la existencia de una ciudad inca. De ahí que se exhiban murales en donde, por ejemplo, el Monasterio de San Francisco se levanta sobre un terreno baldío, cuando se conoce perfectamente que dicha construcción colonial se hizo sobre los basamentos de las casas de los qhapaqkuna de Wayna Qhapaq, cuyos vestigios fueron redescubiertos apenas unos años atrás en los trabajos de restauración del convento financiados por el FONSAL. Asimismo es necesario ahondar en la exposición y explicación de las sociedades preincásicas y su relación con las culturas de la costa y otras culturas del Mundo Andino. En definitiva, en la exhibición y presentación de la época prehispánica se debe sustituir la visión nacionalista por la panandina, para de esta forma desextrapolar la historia y obrar con rigor científico.
Por su parte, el Archivo Histórico debe modernizarse, dejando de ser el anticuario en que se ha convertido. Esta institución tiene que asumir como una de sus tareas fundamentales: el acopio de todo el material documental, bibliográfico y audiovisual producido acerca de la ciudad, ya sea por las instituciones públicas como por las privadas y, ponerlo a disposición de todos los ciudadanos, a través de mecanismos y herramientas modernas de información. Por esta razón, sería recomendable su acoplamiento orgánico y funcional con la Biblioteca Municipal. Junto con la labor de acopio de información, el Archivo está llamado a llevar adelante la catalogación y clasificación de la información sobre la ciudad en las diversas temáticas de la realidad urbana, para facilitar la labor de investigadores, estudiosos, estudiantes y el público en general.
El Instituto Metropolitano de Patrimonio Cultural, por su parte, debe invertir no solo en la recuperación del patrimonio material eclesiástico sino en el patrimonio prehispánico del Distrito Metropolitano de Quito, tanto en parroquias como en el centro histórico. Para ello es necesario proceder cuanto antes a una prospección histórica y, en lo posible arqueológica, de los lugares prehispánicos de mayor significación dentro del centro histórico, para construir un mapa de la ciudad precolonial y la rotulación in situ respectiva; todo lo cual servirá para definir nuevas rutas de promoción cultural y turística. Pues, no es posible que el centro histórico de Quito siga promoviéndose solamente como una reliquia colonial, olvidándose que
la ciudad como conjunto residencial y administrativo existe desde la época de los incas y como espacio simbólico y geográfico desde mucho tiempo atrás.
El Instituto Metropolitano de Patrimonio Cultural debe dar mayor énfasis a la recuperación del patrimonio cultural inmaterial y la puesta en valor del patrimonio vivo. En este sentido, es fundamental que financie los proyectos de recuperación de la memoria colectiva en las parroquias urbanas y rurales del Distrito Metropolitano en coordinación con la Secretaria de de Cultural del M.DM.Q. Es necesario asimismo, emprender cuanto antes en la salvaguarda, promoción y difusión del patrimonio musical, las festividades y la literatura oral popular del Distrito Metropolitano. Para este propósito sería importantísimo la puesta en marcha de diferentes festivales dedicados a salvaguardar y promover el uso de instrumentos musicales y ritmos tradicionales que están en riesgo de extinción como por ejemplo: el rondador, el bandolín, el estilo de la escuela quiteña y popular de guitarra y del ritmo yaraví. Asimismo, es necesario la realización de eventos o festivales tendientes a reunir y difundir los diversos tipos de la literatura oral y a los narradores populares, a través de la puesta en marcha de eventos como los que se realizan en los países vecinos, por ejemplo los llamados encuentros de cuenteros populares.
Es de importancia crucial, además, que las instituciones culturales del Municipio lleven adelante una labor editorial fructífera, dando énfasis a la publicación de documentos históricos, libros clásicos acerca de la ciudad, pero también, a los nuevos trabajos sobre Quito realizados por los nuevos intelectuales, académicos y escritores, tanto nacionales como extranjeros. Libros que deben ponerse al alcance de todos los ciudadanos, con amplios tirajes y precios módicos.
En la medida que se impulsen estos quehaceres se irá implementando la resignificación histórica y cultural que exige la ciudad y sus ciudadanos; pues, en base a este proceder, se forjarán referentes básicos para la construcción de un nueva visión y discurso que estarán llamados a constituirse en la base filosófica de todas las acciones municipales.
La recuperación de la memoria
En virtud de la situación existente en torno a la memoria y el patrimonio cultural inmaterial en el D.M.Q, es urgente y vital, la definición, desarrollo y fortalecimiento de políticas públicas, destinadas a la recuperación y difusión de las memorias colectivas, para contribuir al registro, rescate, revalorización, conocimiento y reapropiación del patrimonial cultural inmaterial de
Quito, al mismo tiempo que permitan conocer de una manera más amena, vital y entrañable la historia de la ciudad. Todo lo cual repercutirá en la afirmación de los lazos de pertenencia de todos quienes han decidido hacer de Quito su lugar de residencia. En este sentido se requiere que, las instancias comprometidas con la promoción cultural, jueguen el papel de mediadores entre las viejas y nuevas generaciones, para contribuir de esta manera, a restablecer el libre flujo de transmisión de valores culturales e información histórica entre ellas. Solo de esta manera, el círculo virtuoso de transmisión transgeneracional podrá ser restablecido, asegurándose de esta forma la reproducción cultural y la conservación de una elemental memoria en la sociedad.
Los talleres de historia oral
Una estrategia de crucial importancia para la recuperación de la memoria colectiva es la implementación y conformación de talleres de historia oral, recogiendo la valiosa experiencia llevada a cabo por Silvia Rivera y sus colaboradores en Bolivia. Los talleres de historia oral son grupos focales, integrados en primer lugar por promotores culturales de la comunidad que representan a las nuevas generaciones y, en segundo lugar, los informantes más idóneos, los mismos que se seleccionan en virtud de la cantidad y calidad de información que guardan en su memoria, razón por la cual son conocidos también como “memoriosos”. Los primeros son los encargados de dirigir los conversatorios y registrar la información proporcionada por los segundos.
La idoneidad de los informantes está definida por tres condiciones básicas: 1) han entrado en una etapa de vida que se denomina “recuento de vida”, y que por lo general empieza a partir de los 50 años en adelante; 2) han recibido y conservado memoria de sus antepasados inmediatos; y/o 3) han cultivado la memoria con el apoyo de la investigación y consulta de fuentes documentales o a partir de comunicaciones personales realizadas por expertos con los que alguna vez se relacionaron.
La idea de agrupar a varias personas se hace fundamentalmente con la intención de que los informantes confronten sus recuerdos en conjunto, reduciendo las posibilidades de engaño, todo lo cual permite precisar la información y obtener en consecuencia testimonios más veraces.
El Registro y la trascripción de la oralidad
En los talleres de historia oral, los recuerdos de los memoriosos son guardados en cintas magnetofónicas y en la actualidad en archivos virtuales; no obstante la construcción de la historización oral exige un arduo proceso de sistematización, confrontación documental y construcción de un relato.
En la trascripción de la oralidad no se ha de convertir a esta en lenguaje escrito sino que es necesario encontrar una correspondiente forma escrita para ella. La concatenación del relato se realiza a partir de la técnica del hilvanado o montaje, es decir, uniendo diversos fragmentos procedentes de diferentes informantes acerca de una temática en particular. La estructuración en capítulos y temas se hace asimismo en función de la división temporal que aparece intuida en las reminiscencias de los memoriosos y de acuerdo a las materias de mayor recordación.
En esta labor no debe desautorizarse las diversas interpretaciones acerca de los fenómenos naturales o las diversas creencias en energías y seres maravillosos, para no desalojar el recuerdo de lo sagrado. Procediendo de esta manera, se logrará poner en valor a todos los elementos de la memoria y tratarlos como fuentes viables y legítimas de conocimiento. Las publicaciones que recojan el fruto de esta experiencia son por tanto textos polifónicos que incorpora todas las voces posibles: la de los muertos exhumada de los documentos antiguos, y la de los vivos, ya sean: las voces de los viejos y de los jóvenes, las de las mujeres y la de los hombres, las de los vecinos que se han ido y las voces de los recién llegados.
Estos son los lineamientos básicos para dar inicio a una política decidida y decisiva en la recuperación, puesta en valor y reapropiación del patrimonio cultural inmaterial y la memoria social en el Distrito Metropolitano de Quito

1 comentario:

  1. La verdad no se como están realizando este plan distrital de las culturas para Quito. Cual es su poder de convocatoria??? Quienes participan?? Quien los contrata??? O acaso lo que se diga allí, definirá la política para los próximos años!!! Exijo una explicación.
    atte
    ARTISTA INDEPENDIENTE

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